lunes, 28 de marzo de 2016

40 días sin Facebook y no vas a creer lo que sucedió


Lo siento pero es que me encantan estos titulares de "noticias" que te pican con el aguijón del morbo para luego contarte cosas supuestamente fascinantes, que le han pasado a personas normales, haciendo cosas más o menos simples. De ahí el título de esta entrada. (Advierto que esta es un poco diferente porque cuenta con más de las habituales 250 palabras que suelen tener las entradas de este estilo).



En esta ocasión, yo misma decidí hacer algo bastante normal y fue no consultar Facebook en los últimos 40 días. Las motivaciones tampoco vienen al caso pero me lo plantee como un reto interesante. (Ahora que escribo estas líneas me parece un poco absurdo, pero así fue). Al principio, algunas gentes me dijeron que era algo absurdo, que hoy en día Facebook es una herramienta más del día a día, como puede ser una cuchara, un bolígrafo o el propio ordenador; que perdería contacto o incluso eventos importantes que están ocurriendo en la vida de la gente de mi red (que no necesariamente de las personas más cercanas). A pesar de estas reflexiones, estuve decidida a hacerlo. Comencé por quitarme la aplicación del teléfono además de cerrar sesión en mi navegador, de tal forma que, en el caso de no superar la tentación, lo único que encontraría al poner la web sería la ventana de inicio y tendría tiempo para recapacitar mientras ponía el mail y la contraseña. 


En un primer momento fue costoso porque tenía el hábito de asomarme a esa ventana en cualquier momento libre, de desconexión en el trabajo o en momentos tan absurdos como en la cola del súper. A partir de ahí, comenzó un proceso de análisis que me llevo a descubrir cosas tan básicas como la cantidad de tiempo que perdía mirando fotos o enlaces a contenidos bastante chorras pero que, como siempre, te picaban con el gusanillo del morbo. Para cuando pinchaba y acababa de leer el susodicho contenido, no tenía la sensación de haber consumido algo que me hiciese sentir más inteligente o con información más valiosa, sino que solo servían para estar preparada ante la siguiente conversación sobre algún contenido viral del que yo también estaría al día.  De ahí salió la siguiente conclusión: la cantidad de conversaciones en las que Facebook y las cosas que pasan en él son protagonistas a lo largo de nuestro día. Nos pasamos la vida comentando el bebé de la risa contagiosa, las paridas muy bien traídas de Postureo o el último meme que da en el clavo de Cabronazi. Pero nada más. No consultar Facebook (en varias ocasiones y siendo pelín radical) me "quitó la capacidad" de participar en conversaciones que antes me resultaban muy animadas, las cuales versaban sobre estos y otros asuntos de calado como las "verdades más profundas" que hay detrás de la fundación de Podemos (otro mainstream) o cualquier trifulca de reality de medio pelo que estaba copando la actualidad. 

Tras estos ejercicios de desintoxicación y análisis y cuarenta y un días después, me decidí a abrir la aplicación: más de 70 notificaciones, varios privados, ningún nuevo amigo y un aviso sobre mi seguridad de Facebook fue lo que me encontré. Al echar un vistazo rápido me di cuenta de que:

1. No me acuerdo de los cumpleaños de la gente, incluso de algunos amigos que siento cercanos (reconozco la utilidad de Facebook en esto y mi abandonó absoluto por retener información tan importante. Si, ¡los cumpleaños son muy importantes!).

2. Según Facebook, me he perdido:
  • varias bodas (de gente que ni conozco)
  • spam, spam y spam
  • viajes exóticos con las consiguientes fotos molonguis que dan envidia y fardan mucho
  • spam, spam y más spam
  • algún que otro nacimiento
  • spam, spam, spam...
  • fotos de comida
  • spam ZZZzzzz...
  • varios estados o fotos de gente que, por lo que parece, necesita ayuda y solo encuentra como canal esta red para contarlo
  • Spam, spam y spam y entre col y col alguna lechuga como el mensaje de Pascua de David Cameron 

3. Me encontré que no sabía usar Facebook y aprovechar sus posibilidades. Ya no solo servía para estar en contacto con gente que esta lejos y que quiero, sino que se había convertido en un mediador de mis relaciones incluso con gente que veo a diario. Las personas asumimos que ya sabemos los unos de la vida de los otros por haber publicado una foto o haber puesto algún comentario, por lo que no nos detenemos en mantener una conversación de puesta al día (y si es con una caña, ¡mejor que mejor!). 

4. Sigo sin entender la política de noticias de Facebook.


Y mientras, en mi vida off-line pues conecté más con mi trabajo, libros e incluso vi pelis y series sin el teléfono en la mano y mi interés por otras ego-apps como Instagram disminuyó (aunque si que seguí con la actividad twittera). En realidad no es tanto lo que hice sino todo lo que dejé de hacer y disfrutar al 100% por estar pensando en aprovecharlo para darle una "vida" en la segunda ventana en vez de vivirlo a tope en directo. O la gente a la que dejé de llamar porque ya la veía en la web. Me lo he pasado bien haciéndolo y creo que una buena dieta de RRSS sienta bastante bien. 

miércoles, 9 de marzo de 2016

#PutaTesis se irá en Bicicleta

Desde le 26 de agosto que no tocaba este bitácora. Bueno, en los borradores encontré un intento de entrada el 3 de noviembre, una mandanga sobre bodas, blogs y demás ponzoña que no merece la pena retomar.

Seguimos pariendo a #PutaTesis. No se me escandalicen los más puristas que así es como denominamos cariñosamente a esos pequeños fetos que durante cuatro años hemos albergado más en nuestras cabezas que en nuestro vientre, y que en la recta final se convierten en un huevo que hay que empollar para que finalmente, lo rompan a cañonazos cinco miembros de un tribunal. Algunas lo han descrito con una precisión inmejorable, propia de quién lo ha vivido en carnes. Y otros, hacemos lo que podemos intentando explicar al mundo que lo nuestro es un trabajo 24-7 y que en este punto, la cosa (y nosotros con ella) está que arde.

Para que la crisálida eclosione y pase de #PutaTesis a libro maquetado más o menos respetable, hay que pasar crestas y valles con la única compañía de Spotify. El sherpa (a la sazón el director de tesis) es un narrador omnisciente que maneja los hilos de tus crisis existenciales, de palabras y de obras, con la finura de un orfebre o con la bestialidad de un cirujano, según se mire. Tan pronto te premia con un congreso molón como con unas correcciones que convierten tus páginas en un estupendo papel para envolver pescado. Lo hace con cariño, que conste, y es la brújula para llegar a un puerto alto con unas vistas bonitas.

En fin, lo cierto es que la banda sonora durante los últimos cuatro años de este parto han sido Coldplay, Travis, Ludovico, Ennio, Frankie, Miles, y un largo etcétera de figuras que me cantaban al oído intentando animar esos días solitarios bajo el foco de una lámpara no tan simpática como el logo pizpireta de Pixar.


El camino para ser la futura Dra. Pera en la sección de frutería de Mercadona es arduo. A veces no se ve ni la luz del flexo, ni al final del túnel. Ya no hay vacaciones, findes o cafés eternos arreglando el mundo. Solo está ella, #PutaTesis. Pero en esta recta final con un desnivel del 20% y las condiciones meteorológicas a mi favor (la lluvia, la nieve y el viento huracanado tras el paso de los siete jinetes del apocalipsis invernal son aliados para mi) me ha picado Blaumunt gracias a Nacho. Quizá es el producto catalán que más merezca la pena, muy por encima del cava que, bajo mi punto de vista, está sobrevalorado. Y sus Bicicletas me recuerdan que aún nos queda el verano. Y esta vez será sin #PutaTesis en la cabeza ni en el corazón. ¡Oh si! Eso anima más que a Carmen de Mairena la cirugía estética.




Estas divagaciones llegan en el punto álgido de un capítulo donde siento que he aprendido algo nuevo, aunque no sé si muy novedoso. Creo que después de todo, acabaremos como en Amsterdam, no fumando un porrito de un metro, sino cruzando puentes de una orilla a otra. Del saber, al hacer. Este es un homenaje para todos aquellos compañeros que más pronto que tarde llevarán bajo el brazo los dos o tres kilos que pesa una tesis. Estamos en ese punto digamos que cremoso entre el hastío,  la ilusión, el medios asco y el no sé que, que qué se yo. Pero tranquilos,  muchos lo están haciendo ahora, aunque sinceramente creo que la hornada buena está por llegar. ¡ÁNIMOS!